Cruza el umbral
Es luna nueva, comienza el viaje hacia adentro.
Respiro profundo, cierro los ojos para emprender el descenso…
La oscuridad me habita, me reconozco en las sombras de un pasado que
no volverá.
La anciana sabia me recibe al pie del viejo roble, me muestra el
camino que recorreré por mi cuenta. El silencio es tan abrumador que
pareciera que camino en el vacío, no hay luz de luna, sólo son mis
pasos en el sendero sin fin, bajo en espiral cada vez más profundo,
profundo, profundo…
La críptica instrucción me nubla, confundiendo mi mente que sólo
pide explicaciones. “Cruza el umbral, traspasa los pliegues que
ocultan la vertical sonrisa, fúndete en el fuego de unidad divina”.
Es la lechuza quien rompe el silencio, escucho el aletear de sus alas
y me dejo guiar por el instinto, el viento me responde con un sutil
aroma; es momento de abrir lo sentidos, de traspasar lo mundano, pues
en este lugar fuera de toda lógica, todo puede suceder.
Una pared de roca me impide el paso, coloco las palmas de mis manos
para palpar la rugosidad del muro, voy reconociendo cada pliegue, van
surgiendo en mi las sensaciones de una vida pasada donde esta misma
escena se repite, me dejo llevar, sigo tocando, reconociendo cada
hendidura, cada hueco; hasta encontrar, por fin una grieta que se
abre, imperceptible, sutil y a la vez tan evidente por las formas que
alcanzo a palpar. Cada pliegue pareciera un rígido velo que se quedó
esculpido en la roca, del interior emana un manantial que con su
flujo ha suavizado las formas de piedra, dando una sensación al
tacto tan placentera, sigo tocando extasiada, permitiendo que mis
palmas resbalen con el agua, que se humedezcan mis dedos en la suave
caricia; dejándome llevar por los movimientos de mis manos, el agua
sigue fluyendo y me voy abriéndome paso entre los velos. El flujo
sagrado me baña, el agua recorre mi cuerpo y poco a poco voy
cruzando el umbral. Penetro completamente esta grieta sagrada, la
sonrisa vertical de la Diosa que me da la bienvenida, en el interior
la flor de fuego se abre, encendiendo cada vez más mis sentidos, mi
éxtasis, mi ser. Me dejo embriagar el dulce aroma de fruta madura,
sutil perfume que enciende todos mis centros de placer, su calor me
abraza acariciando mi cuerpo que ahora yace despojado de sus ropas.
Todo cobra sentido y a la vez me pierdo en el vacío del placer, el
flujo infinito de la vida se abre paso para crear. Una llama luminosa
emerge del centro de la cúpula, me penetra, me abre…
Caen todas las capas de mi antigua piel, estoy renaciendo, abriéndome
a la luz, dándome integra, completa, fundiéndome en la luz sagrada
de lo divino, de los centros de creación, del todo…
El infinito me habita, yo habito al infinito en esta comunión de la
eternidad y mi alma.
Lili Moon.
Mujeres de la Tierra.
Comentarios
Publicar un comentario